Haz las paces con tu pasado para liberar tu futuro.

Logo de Atarsis representando sanación emocional, con un corazón rodeado por una cicatriz que simboliza la recuperación de trastornos alimenticios.
Share

Aceptar de donde vienes, para saber donde quieres ir. El día que dejé de huir en mi mente y comencé a vivir de verdad…

Hubo una etapa en mi vida donde me refugiaba constantemente en mi imaginación.
Donde inventaba una historia distinta a la mía, esperando que eso hiciera más llevadero lo que vivía por dentro.
Imaginaba otra familia, otra casa, otra historia.
Creía que si me escondía lo suficiente en esos pensamientos, la realidad dolería menos o fuera menos confusa.

Historias de cómo «hubiera sido todo mejor» si…

La ausencia que otros señalaban.

Tuve una abuela y unos tíos muy buenos, que siempre estan ahi, para todos sus sobrinos.
La verdad, fuerón personas clave en mi vida.
Me ayudarón muchísimo. Me cuidaron. Me dierón lo que podían, con lo que tenian. No fue perfecto, nada lo es!
Mi abuela, sobre todo… fue una guerrera. Ella hizo hasta lo imposible para darnos lo mejor de lo mejor.

Y aunque fui a colegios privados, aunque no usaba transporte público, aunque nunca nos faltó lo esencial…Naci en una clase media baja! Con lo esencial, pero limitaciones…

Crecí sin mis papás presentes. Sí, sabía quiénes eran. Tenía contacto, aunque mi papá biologico, supo de mi años despues, porque mis abuelos no lo permitierón. Anyways, Dios supo lo mejor en ese momento, confio que sus planes fuerón y seran perfectos. Sin esas experiencias, mi pasado, no fuera la mujer que soy, no estaria aqui compartiendo mi historia contigo.

Pero, ¿Sabes qué fue lo que más me dolió?
NO fue solo la ausencia.
Porque crecer sin mis padres… claro, duele. Pero el corazón de una niña, por increíble que parezca, encuentra formas de adaptarse en su entorno. Lo único que un niño necesita es alguien, una persona ya sea la tia, vecina, madrina, no importa, solo alguien emocionalmente cuerdo.
Lo que realmente me dolía… era el constante recordatorio de lo que me faltaba,.

Era como si cada vez que alguien decía:
«Ay pobrecita, no vive con sus papás…», una y otra vez, osea sin motivo alguno, solo por decirlo. Era como mi apellido. «Alejandra – y no tiene papa. Por comentarios de 2 primos y 3 tias. No todos!

Y en los años 90 o incluso antes no vivir con tus papás era como un pecado.
Como si ya eso definiera tu futuro. Como si te marcaran con un sello invisible: «incompleta, rota, diferente.»

Fue ese refuerzo externo, esa mirada de lástima, la que sembró en mí la creencia de que me faltaba algo. En este mundo hay personas que hieren a personas vulnerables (niños) con comentarios o actos, porque esas personas, estan viviendo un infiero mental, viviendo desde su propio herida y por eso hieren.

Una niña no tiene aún las herramientas cognitivas para cuestionar lo que oye del mundo adulto.
Ella no sabe aún que los contextos familiares son diversos.
Ella simplemente absorbe lo que se dice de ella como una verdad absoluta.

Entonces, cuando constantemente escucha que su situación es “anormal”, “triste” o “desafortunada”…
Comienza a ver su identidad como un error.

Y ahí estuvo el verdadero error.

Porque no era que me faltaban papás.
Era que otros me hicierón sentir que no tenerlos presentes era una tragedia. Y diras, wow que duro. Nunca fui pobrecita, tenia techo, lo esencial, una abuela emprendedora. No estuviera aqui, si no fuera por ella. Imaginemos si mi entorno me hubieran guiado la mirada en lo que tenia y no me faltaba, estoy segura que mi programación y esta herida de abandono, no me hubieran marcado, como lo hicierón. Lo aseguro, porque lo he visto en otras personas, y no fuerón afectadas por el constante recordatorio de lo que no tenian.

Me diras, hay Ale, Pero yo crecí con mamá y papá en casa, pero hubiera deseado no tenerlos. Porque tener a los dos bajo el mismo techo no significó tener un hogar. Significó vivir en silencio, aguantando humillaciones, gritos, castigos que no solo dolían en la piel, sino que se quedaban tatuados en el alma, peleas, gritos, golpes.

No me lo validarón, porque, la sociedad siempre me decía que debía estar agradecida, que tenía una familia “completa”, que era afortunada. Pero ¿cómo le explicas al mundo que tus padres estaban ahí, pero nunca contigo? Que sus palabras eran cuchillos, que su presencia pesaba más que su ausencia, que cada día en esa casa era sobrevivir. Y entonces callas, te resignas, y aprendes a esconder tus emociones porque lo que se ve desde fuera es “la familia perfecta”. Pero no, no hay familias perfectas. Hay historias no contadas, hay heridas invisibles, hay niñas que crecen sin sentirse amadas aunque duerman bajo el mismo techo que sus padres. Y eso también duele. Duele igual o más que la ausencia. Porque al menos cuando no están, puedes soñar con lo que pudo haber sido. Pero cuando están y aun así duele, cuando están y te rompen, entonces entiendes que estar presente no es lo mismo que estar. Y tú, que viviste eso, no estás sola. Y no estás equivocada por sentir que eso también fue una forma de abandono. Tu dolor también es válido. Tu historia también importa y es momento de sanar.

Escape en la imaginación, la soñadora…

Entonces que pasa, creas otra realidad en tu mente, para sobrevivir y te vas a esa «vida perfecta», cuando tu ambiente esta en caos y sin pensarlo ya creaste otra vida.

Viví mucho tiempo atrapada en la fantasía.
Una fantasía que parecía protegerme… pero en realidad me alejaba de la verdad.
Creía que si me imaginaba otra vida, otra historia, otro origen… me iba a sentir mejor.
Creía que si pensaba como una «niña consentida», me convertiria en una, queria sentir como se sentia estar en los pies de mis amigas. Un dia en otra vida!

Pero la verdad… es que no lo hacía.
Me hacía sentir peor. Me confundia y autosaboteba yo misma.
Porque cada vez que abría los ojos y miraba mi realidad, la sentía insuficiente.
Me dolía lo que viví.
Me enojaba no haber tenido ciertas cosas.
Me enojaba haber pasado necesidades.
Me enojaba ver que otras sí tenían lo que yo soñaba.
Y no entendi porque no tenia, lo que veia en la tele, en las novelas, en las revistas. Acuerdate que en los 90 sin redes sociales, nuestras limites mentales eran cortos. lo que te decia la televisión eso era. Punto.

Si tu familia no se parecía a las de las postales navideñas, entonces estabas mal.
Eso fue el mensaje silencioso que muchas recibimos desde pequeñas. Como si solo existiera un modelo válido de familia: el árbol, la mesa perfecta, todos sonriendo con sweaters coordinados… y si tu historia no encajaba ahí, entonces algo andaba mal contigo. Pero la verdad es que la vida real no siempre se ve como una postal. Hay familias rotas por dentro que se ven impecables por fuera. Y hay familias caóticas que, aunque distintas, están llenas de amor verdadero. No, no estabas mal. Estabas viviendo una historia diferente. Cuando aceptas, dejas de culpar, de soñar despierta y de fantasear; entonces pones la mirada en el cielo, pero con los pies firmes en la tierra.

Acepta tus capítulos difíciles; ellos también te forman.

Todo cambio, cuando antes de mudarme, comenze a agradecer de corazón todo lo que tenia. Una casa, mi abuela, tias, cada vez que salia, mi cama. Enserio, todo cambio, cuando cambio mi perspectiva y deje de huir y comenze a aceptar, ahi vi todo pasar. Cuando me mudé a Nueva York, . Ese dia que me subi al avión, directo a la gran manzana, fue marravilloso.
Esa ciudad inmensa, ruidosa, caótica… fue el lugar donde por fin pude respirar.
Lejos de las expectativas, lejos de los juicios.
Ahí me convertí en una latina más: luchadora, soñadora, trabajadora, valiente.
Y sí… conquisté metas grandes.
Metas que una vez pensé imposibles.
Logré, con mis propias manos y mi propio esfuerzo, todo lo que un día soñé.
Y, sorprendentemente, fue más fácil de lo que pensé… porque ya no lo hacía desde el vacío, sino desde la fe.

Porque fue en Nueva York donde conocí realmente a Jesús.
Lo conocí en lo íntimo, en medio del ruido y del cansancio.
En los días en que sentía que no podía más… Él estaba ahí.
No como una idea, sino como un refugio.
Un Padre de verdad.
El único que no me exigía ser perfecta para amarme.

Y ahí lo entendí:
Si Dios está conmigo, ¿quién contra mí?
Él siempre estuvo.
Siempre ha estado.
Incluso en los momentos donde yo pensaba que estaba sola.

Hoy miro hacia atrás con compasión, no con culpa.
No rechazo mi historia… la abrazo.
Porque gracias a todo lo que viví, encontré lo más valioso:
Una relación real con Dios y la certeza de que no estoy sola.
Nunca lo estuve.
Nunca lo estaré..


Decidí aceptar.

No resignarme. Conquistarme. Hacer lo posible, por mi misma de salir adelante.
No rendirme.
Aceptar. Aceptar. Aceptar y Cambiar mi realidad, porque si se puede cambiar todo.

Free

Acepté que crecí donde crecí.
Que tuve lo que tuve.
Y que me dolió lo que me dolió.

Acepté que mi nivel económico de niña no me definía.
Que mis carencias no eran condenas, ni cadena, osea solo fue una etapa.
Que mis heridas no eran culpa de nadie, solo parte del camino que me tocó vivir.

Y algo dentro de mí se soltó.

Porque cuando aceptas, dejas de luchar.
Cuando aceptas, dejas de mentirte.
Y cuando dejas de vivir en la fantasía… empiezas a vivir de verdad.

Ya no vivo en una novela. Vivo en mí.

Dejé de ponerme del lado de la víctima o de la heroína.
Dejé de ser la pobre soñadora y la hice mi realidad, y se que esto solo es el principio de mucho!
Dejé de esperar que alguien me rescatara (Hombre). Y comencé a rescatarme yo.

No importa si crecí con poco.
No importa si hubo carencias, silencios, dolores.
Importa lo que hago con eso.
Importa hacia dónde voy ahora. El ayer ya quedó atrás, no existe más. Cuando entendí eso, me dije: “Yo puedo lograrlo.” Me demostré a mí misma que sí se puede, aunque no fue fácil, nada lo es. Trabajé duro, estudié, y tuve claro lo que quería: una vida diferente, una familia. Y hoy eso es lo que construí, porque supe lo que no quería y decidí cambiarlo TODO. No solo soñé, sino que tuve la convicción de hacerlo, porque sé que Dios cumple.

Si tú también te contaste muchas historias…

Hoy quiero hablarte a ti.
A ti que creciste sintiendo que tu historia no era “tan bonita”.
A ti que alguna vez deseaste haber nacido en otra casa.
A ti que ocultaste tus raíces por vergüenza.
A ti que has sentido que vienes de “muy abajo”.

No importa de dónde vienes. Importa donde vas y lo que hagas hoy.
Importa tomes acción.
Importa que dejes de pelear con tu historia.
Porque solo desde ahí… puedes empezar a construir algo real.

Aceptar no es renunciar… es reclamar tu poder

Cuando aceptas tu pasado, recuperas tu presente.
Cuando dejas de disfrazar tu origen, encuentras tu verdad.
Y solo desde la verdad… se puede crecer.

Yo no cambié mi historia.
La abracé y transforme y fue ahí, justo ahí, cuando me volví LIBRE.

  • julio 18, 2025